Córdoba fue ciudad Gótica y Batman no
existió
Puede parecer un título risueño. Pero ahora
nos embarga la tristeza de haber dejado de ser una provincia “docta”, para ser
circunstancialmente –esperamos– decadente. Reflexionar sobre lo sucedido es una
triste circunstancia.
Córdoba
quedó al servicio de los peores móviles de intolerancia y violencia. ¿Por qué?
Será por carencias económicas, falta de formación cultural, escasez educativa;
desánimos por debilidades gerenciales, políticas, ejecutivas, judiciales,
legislativas, etc. No hay una sola respuesta o quizás sea una con varios
elementos.
Hemos
sido involuntarios testigos de un natural experimento social que ofrece, como
resultado, una penosa ecuación: somos una sociedad que no puede vivir –siquiera
un pequeño tiempo– al margen de lo policíaco. Bastante bien nos va, viviendo
ya, al margen de la ley.
El
experimento de lo ciudadano fuera de lo controlado por el panóptico policial
deja algunas reflexiones precarias: 1) La mayoría de los ciudadanos quieren
imponer su propia ley: para apropiarse de lo ajeno o para defender lo propio.
2) Muchos ciudadanos sepultaron los vestigios de amistad cívica: el vecino
robaba a quien hasta ayer le vendía. 3) El futuro es incierto: las fracturas
profundas sólo se curan estructuralmente cuando existe voluntad para hacerlo y
se tiene un compromiso político en el agregado social. 4) Los vestigios
materiales de la noche del 3 de diciembre no son la impresión confusa de hechos
emocionales, sino la demostración de una sociedad atravesada por la violencia
sin etiquetar, y que encontró en dicho lapsus una posibilidad que habilitaba,
sin costo, poder emplazarla. 5) Se cumplió un acto de profunda injusticia;
porque hay una responsabilidad colectiva de hacer las prácticas debidas para
que esto no suceda; porque el ‘espacio incivilizado socialmente experimentado’,
si no es entendido en profundidad y detenimiento, será recurrente.
Si
estamos dispuestos a cambiar, debemos saber que habrá que revisar escenarios,
libretos, decorados, personajes y auditorios y dejar sepultado, bajo una nueva
era ‘socio-moral ciudadana’, mucho de lo que piensan, dicen o hacen no sólo
quienes mandan sino también quienes obedecen, emplazando un renovado colectivo
social, que destierre los tratos humillantes y la habitualidad sea la decencia.
El
tiempo dirá si hemos cambiado nuestro norte o sólo aspiramos buscar a Batman.
El texto original de
este artículo fue publicado el 08/12/2013 en nuestra edición impresa. Ingrese a
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