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jueves, 18 de mayo de 2023
ULTIMA SESION ORDINARIA EN PLENO DE LA CIEJ (SANTO DOMINGO, RD)
Hemos tenido ocasión de referirnos otras veces a la actividad científica que la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial (CIEJ) cumple, en función del mandato asignado al tiempo de su creación por la Cumbre Judicial Iberoamericana, como es, entre otros temas, la producción de dictámenes sobre cuestiones elevadas a su consulta por la vía correspondiente o por decisión de sus integrantes.
Estos integrantes son ministros de cortes supremas de algunos de los países que conforman la cumbre, que en esta comisión son Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, España, Paraguay, Portugal, República Dominicana y Uruguay. El representante por España funge como secretario Ejecutivo de aquélla.
La 18ª Sesión Ordinaria de la CIEJ tuvo lugar en Santo Domingo por especial invitación que hizo el presidente de la Suprema Corte de Justicia, Luis Henry Molina Peña, en ocasión de la presentación de un volumen que recoge los comentarios de los 21 dictámenes que hasta el año 2022 la CIEJ había elaborado.
Tal proceso de coordinación de escritores estuvo a cargo de la Cátedra de Ética Judicial de la Escuela Nacional de la Judicatura «Dr. Manuel Ramón Ruiz Tejada», órgano adscripto a la Suprema Corte en el que tengo el honor de ser su director Internacional, en labor cooperativa con su director Nacional, el ministro de la Suprema Corte y comisionado por dicho país ante la CIEJ, Justiniano Montero.
Por gentileza del secretario Ejecutivo de la CIEJ, David Ordóñez Solís (con acuerdo de los comisionados y en el orden ya indicado: Eduardo Daniel Fernández Mendía -por delegación de la CSJN-, Maria Thereza Rocha de Assis Moura, Octavio Augusto Tejeiro Duque, Luis Porfirio Sánchez Rodríguez, Farah Maritza Saucedo Pérez, Gustavo Adolfo Ocampos González -quien se excusó de participar-, José Manuel Monteiro Correia, Justiniano Montero Montero y Elena Martínez Rosso), quien escribe fue invitado a participar en la condición de presidente del Tribunal de Ética Judicial del Poder Judicial de Córdoba y experto en la materia. Participó también la «delegada nacional» por Chile, Adelita Ravanales Arriagada.
Dicha invitación ha significado una delicadeza extrema de la CIEJ, que públicamente vuelvo a agradecer. En las reuniones pudimos volcar opiniones y participar de las naturales discusiones que se presentaron respecto a puntos de vista sobre ciertas cuestiones.
La experiencia también me resultó atractiva como registro etnográfico, acerca del funcionamiento interno de una comisión de la Cumbre Judicial, que no es frecuente poder ventilar -con las reservas y cuidados que corresponden- a una audiencia indeterminada.
Habiéndome ocupado en tantas ocasiones acerca de los resultados de la CIEJ en sus dictámenes, he considerado de interés hacer este comentario, que intentará reflejar la fisiología del funcionamiento de dicha comisión durante dos días de sesiones.
El orden del día para las actividades tenía como principal tema de la agenda la consideración de dos nuevos dictámenes -los números 22 y 23- que, según la rutina de funcionamiento de la CIEJ, han sido motivo de consideración y votación en su elección temática en una reunión plenaria anterior. Según pude advertir, en ese encuentro también se estableció una dialéctica entre el secretario Ejecutivo y los comisionados acerca de quién será el encargado de hacer la ponencia del próximo dictamen, que luego se habrá de discutir en instancias ulteriores hasta que es presentado su proyecto al respectivo pleno para su aprobación y/o modificación.
En esta sesión ordinaria plenaria los proyectos de dictamen eran dos: i) «Sobre los deberes éticos de brevedad y concisión en las resoluciones judiciales», siendo su ponente Octavio A. Tejeiro Duque, y ii) «Reforma parcial del Código Iberoamericano de Ética Judicial» , cuyos ponentes eran Maria Thereza Rocha de Assis Moura, Tejeiro Duque y David Ordóñez.
Si bien ambos dictámenes implicaban aristas muy importantes para la vida judicial corriente, en especial el primero, que venía a presentarse con alguna continuidad de lo ya dicho en el dictamen 21, indudablemente que el segundo tenía trascendencia desde el punto de vista operativo. Si mal no recuerdo, desde la promulgación del Código Iberoamericano en 2006 sólo ha habido una reforma de éste, en una sesión del 2/4/14, en el marco de la XVII Reunión Plenaria de la Cumbre Judicial Iberoamericana, en Santiago de Chile.
Tal agenda me promovió un renovado entusiasmo por un tratamiento tan especial que, como es de rigor, es el que se tiene cuando se habrá de tocar la misma anatomía del código, como es su estructura.
Antes de hacer algún comentario específico acerca de los proyectos que se presentaban, debo reparar en dos cuestiones importantes que percibí en el funcionamiento interno de la CIEJ.
La primera, el completo respeto que los comisionados guardan unos con otros para la discusión de temas delicados, en los que puede existir acuerdo global sobre su entidad e importancia, pero a la hora de definir caminos que impliquen la escritura de la «letra chica», es natural que emerjan diferencias. Pues cuando las hubo, aprecié el especial esfuerzo para mejorar la argumentación, para cautivar el acuerdo de los otros comisionados y, en tal ocasión, no mera destreza retórica sino un conocimiento acabado de la vida judicial por todos los jueces que allí estaban.
Todos son hombres y mujeres de carrera judicial y, por lo tanto, con plena convicción de cada letra que se ponía en discusión.
La segunda cuestión se relaciona con el cuidado para asegurar que cada dictamen que se aprueba se integre en manera orgánica y sistemática al código, evitando así contradicciones o confusiones para su operatividad.
Respecto a los borradores que se discutieron, pude también apreciar -en orden al que se vincula con la reforma al código- que, estando en consideración lo referido a la igualdad de género y no discriminación, la CIEJ había solicitado un documento cooperativo a la Comisión de Género y Acceso a la Justicia de la Cumbre, que resulta muy interesante pero sobre el que, por reserva, no abriré juicio en esta ocasión.
También, para un mejor intercambio, se estableció una conexión telemática con la presidenta de dicha comisión y una integrante de ésta, de Chile y Cuba, respectivamente, mediante la cual se hicieron notables y valiosos intercambios. También se vinculan en dicha reforma cuestiones referidas a las nuevas tecnologías que no quedan atrapadas en el dictamen N° 9. Por último, lo relacionado con quienes tienen la legitimación activa para formular consultas a la CIEJ.
Ambos dictámenes, luego de una serie de ajustes a los textos que se tenían a la vista y acerca de los que libre y generosamente fueron recibidos mis aportes, la CIEJ votó por unanimidad su aprobación respectiva, dejando un margen de algunos días para que el secretario Ejecutivo formule los ajustes de sintaxis y otros que resulten convenientes, requiriendo nuevamente que se hicieran llegar por escrito las últimas observaciones consensuadas para ser anexadas al borrador.
Durante la jornada del segundo día, además de aprobarse el segundo dictamen (N° 23), el secretario Ejecutivo -con perspicacia- fue recabando intereses de los comisionados acerca de los temas que podrían ser materia de análisis en próximos dictámenes para la siguiente reunión, a celebrarse en modo virtual, en mayo.
En dicha ronda se decantaron seis temas, de mucha actualidad y no tan ubicados en la matriz operativa de la función y gestión judicial, sino más relacionados con la teoría general de la ética judicial y, por lo tanto, de mayor complicación en su aprehensión en un documento conciso y general como debe ser un dictamen.
Advertí en dicha vuelta de opiniones y de comentarios de unos y otros que los propios comisionados que habían propuesto una temática sin problema la retiraban cuando advertían del poco consenso o gran dificultad que ella presentaba. En concreto, quedaron solo tres, a cargo personal de distintos comisionados.
Solo me resta agradecer nuevamente a la CIEJ el privilegio que me ha concedido de haber podido participar en dicha sesión.
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