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jueves, 28 de junio de 2012

ELOGIO AL CODIGO DE ETICA JUDICIAL DEL PARAGUAY

 La vida de las instituciones y de los hombres, tienen cronologías diferentes. En la vida de una persona diez años es una década y ello tiene una significación especial cuando es público que en realidad nuestras vidas, no se habrán de extender generalmente más de nueve de ellas. Mientras que para las Instituciones, diez años, es la escala mínima que permite hacer alguna medición de impacto. Antes de una década, una Institución, todavía está asentando sus reales en las raíces socio-políticas-judiciales en las cuales opera.

La Oficina de Ética Judicial, bajo la disciplinada y amigable conducción del Prof. Abog. Esteban Kriskovich y el proficuo y tenaz Tribunal de Ética Judicial, acorde a lo dicho, no merecería mención alguna: su historia es sólo de 6 años; sin embargo nos ocupamos de tales Instituciones –Oficina y Tribunal-, porque en realidad han sido ellos prodigiosos en su realización efectiva en cuanto a su estándar de producción científica, de fortaleza para resistir embates que nos consta que han existido y para sobrellevar con gran responsabilidad y templanza las indisimuladas molestias de aquellos que han sido convocadas instructivamente por la Oficina y eventualmente juzgados por el Tribunal.

Los pocos años aquí, son pródigos de vitalidad y producción científica. La mayoría de edad institucional ha sido obtenida precipitadamente; quizás tan rápido ello que sólo se comprenda en clave de los diversos y no menores asuntos que se tuvieron que resolver y de los intersticios del poder del Poder Judicial que a veces en el noble oficio de instruir y juzgar deontológicamente se tiene que indagar a lo profundo de sórdidas cavernas donde lo jurídico ha desaparecido y lo ético no resulta tampoco prístino en evidenciarse.

Si juzgar con normas de derecho es ya una cuestión compleja, cuánto más, cuando las cuestiones son del orden moral y donde los hombres resisten a ello sosteniendo que la moralidad es cuestión privada y su función pública, sólo exige un comportamiento acorde a derecho y a las obligaciones que de dicho marco legalista resultan. Ha sido el Código, Tribunal y Oficina de Ética Judicial, quienes han mostrado ser infatigables en pos de un resultado provechoso para la vida en común de los ciudadanos y los propios jueces: no se han impuesto simplemente se han legitimado mediante el esfuerzo, constancia y también valentía. 

La Oficina de Etica Judicial, mediante su responsable y equipo, ha sido decana en Iberoamérica de un funcionamiento responsable y sostenido y ello le ha valido conquistar el honroso podio de una carrera con pocos jugadores; porque está claro que son cerca de dos docenas de países o estados provinciales los que cuentan con Códigos de Ética Judicial, no más de media docena de ellos los que cuentan con Tribunales de Ética Judicial independientes de otras funciones y finalmente, no más de tres, los que tienen una producción jurisprudencial deontológica corriente y sostenida y entre ellos, sin duda que la República del Paraguay y la Provincia de Córdoba (Rep. Argentina), son los únicos Tribunales que tienen una producción sostenida desde la ética judicial.

No podemos dejar de mostrar no sólo la alegría por lo que significa hacia dentro de un Poder Judicial, contar con la rutina productiva de un Tribunal de Ética Judicial, sino por el firme convencimiento que no se trata de una cuestión que pueda verse como un resultado inmediato sino que, siempre se advierten estos resultados por efecto de la sedimentación natural de los integrantes del Poder Judicial; y que ello acontece cuando al fin de cuentas, terminan por comprender, que no es lo mismo para el ciudadano, que su asunto sea sometido a la jurisdicción de un juez que tiene ostensibles comportamientos borrosos o impropios de cuando quien lo juzga, está muy lejos de esos comportamientos y por lo tanto, se convierte el mismo juez en modelo virtuoso, haciendo así realidad la metáfora aristotélica de que el juez era como la misma justicia viviente y esta claro, que ella no podría ser sin ser a la vez ética. 

Deseamos larga vida a la institucionalidad del Código, Tribunal y Oficina de Ética Judicial; siempre será un privilegio cooperar para las causas justas.



 

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