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lunes, 20 de enero de 2014

EUTANASIA - ACERCA DE LOS VERTIGINOSOS TIEMPOS DE VIVIR Y MORIR

Los tiempos actuales si alguna cosa tienen, tal vez sea la vertiginosidad su nota típica y con ello, la velocidad con la cual las cosas ocurren; y ello nos impone entre otras cosas, la pérdida de reconocimiento de cuestiones que tienen una gravitación sustancial para el propio derrotero existencial. La discusión que hoy se ha instalado respecto a los límites imprecisos en ciertas ocasiones de las fronteras entre la vida y la muerte, es una muestra evidente. Por ello mas que nunca, cualquier aproximación que quiera ser sustancial a tal análisis, tiene que ser plural y transdiciplinario. Particularmente se merece un enfoque con dichas características cuando el ‘caso médico’ en realidad se transforma en un ‘caso judicial’ y a partir de allí, se suma a los ‘casos testimoniales’ que la sociedad luego, habrá de tener en atención para promover por sus aciertos o denostar por sus defectos. En estos temas en rigor, es muy difícil encontrar una respuesta que sea integralmente satisfactoria para todos los auditorios, por lo general quedan espacios de conflicto que se instalan en los márgenes de los propios idearios y cosmovisiones que cada uno de nosotros, con sumas y restas como tal construimos. De cualquier modo lo que está claro, es que al menos se impone que la comunidad no erudita tenga acercamiento y postule aunque tímidamente, algunas definiciones acerca de cual trato considera que resulta más digno que se brinde a su persona, para situaciones extremas y trágicas como es siempre el proceso de morir para el hombre. Con ello consideramos que resulta esclarecedor pensar, que de la misma forma que se puede cumplir con un designio personal respecto a que quiere la persona que se haga con sus órganos después de su muerte, con independencia de la existencia de la ley de consentimiento presunto; también se pueden hacer directivas anticipadas respecto a determinados tratamientos médicos y en tal segmento quien así lo hace, no viola la ley porque no autoriza o solicita eutanasia alguna sino que en verdad, está requiriendo un trato médico terminal de cuidado, atención y dignidad, pero limitado a las condiciones necesarias y colaborativas propias, pero que no excedan ello. En realidad lo que está solicitando tal persona al equipo médico, es que se cumpla con una labor propia de ‘ortotanasia’ y se evite la típica realización ‘distanásica’. Tres conceptos: eutanasia, ortotanasia y distanasia, que a la vez unívocamente refieren actos profesionales totalmente diversos pero que, por razones que no corresponde ahora discutir, se entremezclan y confunden. La ley argentina condena en rigor sólo la primera práctica, esto es, el matar a otro a los fines de evitarle el sufrimiento que padeciera; ello es independiente que quien lo realice sea médico o no, sea con acciones positivas o negativas, utilice instrumentos directos o indirectos. Desde la moralidad de los actos deberíamos agregar que la ‘intención’ de dar muerte a otro, es una nota esencial. Y vaya si lo es, que se ha dejado a salvo, que se puede sanativamente dispensar a un enfermo de fármacos complejos que le alivien de su dolor aunque ellos, como efecto indirecto y no querido lo pongan en una situación de mayor vulnerabilidad vital, y no podría considerarse dicho acto, como eutanasia. Aliviar el dolor integra parte desde Hipócrates a hoy, una función médica, y si el médico no puede cuidar y curar: sólo cuida y alivia, mas nunca se puede asociar cuidar con dar muerte. Aliviar los dolores, otorgar la asistencia sanitaria paliativa que corresponda, asegurar el máximo confort en el proceso de muerte, evitando prolongaciones vitales innecesarias porque definitivamente ellas aparecen como fútiles, no es despreciar la vida, sino justamente es colocarla a ella en los niveles de dignidad y calidad que corresponde a cualquier vida humana. Los médicos han sido quienes con la madurez necesaria han terminado por mostrar, que el sueño fáustico de la vida eterna si bien no es logrado, se han aproximado con la prolongación vital mecanizada y a costa de un notable encarnizamiento médico y debilitamiento moral extremo. Que nadie duda, que hay situaciones límites que merecen todos los apoyos técnico médicos y la aparatología más compleja, porque la vida, prima facie se impone sobre la muerte. Pero tampoco se puede desconocer que la cuota de racionalidad y recta conciencia médica ha orientado también el ayudar a morir dignamente a las personas –ortotanasia- evitando cuando ello es posible y debido, todo comportamiento médico que aparezca notoriamente desmedido y artificioso al caso concreto –distanasia-. Los tiempos vertiginosos del nacer y morir, nos imponen una reflexión permanente; mañana cualquier de nosotros puede ser el ‘caso testimonial’.

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