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lunes, 20 de enero de 2014

JUSTICIA POSTERGADA IGUAL A MEMORIA HERIDA

I.- Vayan mis primeras palabras para las autoridades de la DAIA, que han tenido la generosa deferencia de invitarme a que sume mi reflexión, al decimotercer aniversario de transcurrido el doloroso y absurdo atentado a la Amia, donde murieron 85 compatriotas. Trece años para la historia de los pueblos, cuantitativamente son poco significativos; sin embargo cuando son puestos en la escala de los hombres y mujeres que han sido atravesados por el sufrimiento de ellos, esa igual cantidad de años se convierte en un número inconmensurable. Sabemos bien, que no hay tiempo existencial posible sin la historia humana que lo conjugue, sin la espiritualidad del hombre que lo habite, sin la memoria que lo alimente y sin el perdón que siempre el mismo propone. Comentaré a ustedes tres modestos análisis frente al tema que nos ha traído hasta aquí. Por una parte, el dolor de los inocentes que murieron aquella mañana del 18.VII.94, por otra la no saldada justicia de castigar a los responsables materiales e intelectuales del horrendo atentado y finalmente la persistente memoria que corresponde ejercitar para que no vuelvan a ocurrir actos semejantes. II.- En orden al primero, apuntamos indicativamente que a ninguno de nosotros nos puede sorprender una afirmación que dijera que el morir del hombre es una cuestión natural, como tampoco que condiciones mediante, el matar a otro legal y moralmente puede estar dispensado. Hacerlo sin embargo a quien resulta inocente de toda responsabilidad es cosificar la naturaleza humana, reduciéndola a un puro encaje utilitario. Así es como se ha devaluado de tal manera la naturaleza humana, permitiendo que otros hombres dispongan desde y hasta cuando otros viven; que otros se aprovechen del inocente no nacido para fines científicos y finalmente que cualquiera abuse de manera impensada de todos los demás. Y así como existe el mal radical -tal como Hannah Arendt escribe- y por el cual todos los hombres se han vuelto superfluos por igual , lo que no se puede dejar de juzgar es que el dolor absoluto tiene entidad en cada hombre, cuando éste mira a su alrededor y descubre la muerte de un hombre inocente. En cada hombre está la humanidad completa, somos cada uno de nosotros centro de unidad porque nuestro Dios nos habita y nos promueve trascendencia interior. Matar inocentes es el genocidio continuo sin fronteras, sin espacio, sin patria y sin tiempo. III.- La segunda cuestión se vincula con que alguna cuota de tanto dolor humano, podrá ser compensada mediante esta aritmética no simétrica que hemos creado y en la que, ilusionados confiamos porque nos promete un designio universal de justicia; ello sin desconocer, que encontramos más hombres justos que realizaciones de justicia. De cualquier modo y en rigor de verdad, la justicia administrada por terceros independientes, imparciales y ecuánimes nunca salda la deuda de la injusticia que fuera cometida hasta tanto el juicio haya concluido, y el responsable castigado. Cuando el segmento iniciado con la injusticia cometida y finalizado con la justicia restaurativa, se prolonga más allá de lo que el sano juicio del hombre prudente percibe como válido; los que vienen sufriendo el dolor absoluto por la muerte del inocente son allí, ellos mismos victimizados. Han dejado de ser hombres dolientes por el dolor ajeno, para ser sufrientes por el propio dolor de no ver ajustada la cuenta del dolor del otro, que era también inocente. El hombre justo -sea juez o no- sabe que su desafiante camino, en ciertas realizaciones humanas –como dice Emanuel Lévinas - es saberse responsable aun por la responsabilidad ajena. No saldar el débito del dolor ajeno de quien sufre por el inocente muerto, es tener que asumir la misma responsabilidad del que otrora materialmente cometiera el acto. Quizás ello sea lo que menos se reconozca del que administra justicia terrena: hacerse responsable por otros. Hemos aprendido atávicamente y por desgracia, a conocer la justicia por su negación, nos ha terminado por resultar familiar lo injusto y no la bondad del acto del justo. Los jueces muchas veces y por diversas razones, no satisfacemos el ideario colectivo de justicia y hacemos miradas esquivas para no reconocer en el rostro del justiciable otra nueva víctima del dolor que se intenta por tal camino reparar. Franz Kafka recuerda aquél guardián de las puertas de la ley que negaba inveteradamente el acceso de aquél campesino que murió sin conocerla , ojalá encontremos la forma de vivir en un mundo donde la justicia no tenga rencorosos guardianes y sólo la habiten aquellos hombres de quienes se pueda decir: ‘allí el hombre justo, ahí la justicia en pié’. El dolor no es que con justicia se olvide o supere, simplemente con ella se otorga la reconfortación de haber logrado una imaginaria proporcionalidad entre el acto cometido y el castigo impuesto. Aunque en rigor, para quien sea doliente por otro que haya muerto en inocencia, la proporcionalidad es siempre metafórica y nunca real. El dolor infinito del inocente muerto, no puede ser saldado por justicia alguna. Pero aun con una justicia que se minimice frente a la gravedad de lo juzgado, es la manera que racional y modernamente hemos creído de conveniencia para administrar el castigo. Mas parece una absoluta agresividad a los sufrientes de las víctimas, que esta justicia naturalmente imperfecta, tampoco haga todos los esfuerzos, ponga todos los cuidados, exagere todas las precauciones para poder ser plenamente equitativa. Cuando esta justicia que las instituciones han creado, inunde de luz los oscuros pasillos que transitan aquellos visitantes circunstanciales o permanentes de los tribunales; seguro que también podremos tener una memoria que desde el dolor nos permita crecer. IV.- La última reflexión se asienta en la tesis, de que hasta tanto el dolor no haya sido satisfecho con la adecuada reparación en justicia, el hombre doliente no podrá tener una memoria que lo proyecte a un futuro que sea más bondadoso. El hombre recuerda proactivamente sólo cuando, aun aquello malo que le ha ocurrido ha sido sin embargo valioso para otros y como parece no haber hechos en la historia, que los hombres podamos decir con certeza que nos resultan intrascendentes, es que sólo se podrá recordar con sanidad espiritual y tranquilidad moral cuando la cuenta de la injusticia cometida esté saldada. Hasta tanto ello ocurra, nos seguiremos encontrando con una memoria enlutada, una memoria que vencida por la fuerza de la indomable realidad de algunas personas y otras tantas instituciones, parecen esforzarse por violar la regla primigenia de toda ley: el culpable será castigado. De cualquier modo, nos queda todavía un camino por andar, para judíos y no judíos todos los días puede haber un nuevo desierto que cruzar y quizás algunas veces, sin siquiera saberlo estemos transitando dichas arenas: a cada uno quiera nuestro Dios ayudarnos en el viaje. Ojalá que pronto también, quienes tienen que hacer lo suyo para que la memoria de los otros pueda ser fecunda en los demás, sean iluminados en su ciencia para desentrañar lo justo de cada uno, cultivados en su conciencia para que la respuesta obtenida y brindada sea la que mejor se compadece con el ideario de equidad sin interferencia y puedan así, darnos a todos nosotros una acabada muestra de un compromiso republicano que trascienda a dolores grupales y se expanda a todo un colectivo social que ha sufrido integralmente con lo sucedido aquella mañana trece años atrás. Aclarados entonces en nuestras convicciones que el dolor de los inocentes sólo es colmado con justicia completa porque ella, permitirá una memoria que se prodigará en fecundidad posterior, es que podremos decir y parafraseando a George Steiner, pertenecemos nosotros a un club del que no se dimite, por el contrario: se lo proclama y es el que, en todos los segundos de todo el tiempo, se esfuerza por respetar la dignidad del hombre. Estimado amigos de la DAIA, agradezco una vez más haberme dado esta ocasión para mostrarles mi público afecto y mi compromiso en el dolor de ustedes que también es el mío.

1 comentario:

Mohammad_Imran_Gull dijo...

Hola Dr. Armando Andruet. Asistí en Santo Domingo, Auditorio FUNGLODE ayer Viernes 15 Agosto. Soy Mohammad Imran Gull, escribo el blog judicial dominicano más leído de la RD, único que denuncia a los Jueces, Fiscales y Funcionarios Judiciales dominicanos con nombres y apellidos. Fui la persona delgada y alta con aspecto no-latino y sin traje que lo abordó al final de su presentación. Pués dele un vistazo a mi blog jurídico en el www.larealidaddelajusticiadominicana.blogspot.com, y en el Inglés en el www.mohammadimrangull.blogspot.com. Mi correo es el m_i_gull@yahoo.es. Gracias Dr. Andruet.